Vista de Jerusalem desde el Monte de los Olivos |
Jerusalem es una ciudad llena de cultura y contrastes, a mi me encantó. Caminar por la ciudad vieja le ofrece a uno una mezcla de culturas, religiones, olores, sabores, rostros, sonrisas y sonidos. En tan solo unos pasos uno pasa del barrio judío al musulmán, y con ello un cambio total en los rostros que uno encuentra, en los productos que venden, en las palabras que se pronuncian, en los sabores que se pueden degustar. Caminar por las callecitas de la ciudad vieja siempre trae algo nuevo , un detalle que uno no percibió la primer vez que pasó, una callecita nueva que uno se encuentra, un olor a incienso distinto, otros niños corriendo por las calles.
Uno de los lugares donde más percibí ese cambio y ese contraste fue camino a la Puerta de Damasco, donde debía tomar el bus a Belén, la cual está ubicada en el barrio musulmán. Para llegar a la Puerta de Damasco uno debe tomar una calle que atraviesa gran parte de la ciudad vieja que se llama El Wad. Esta calle sale prácticamente desde el Muro de los Lamentos, así que en su recorrido uno va del barrio judío al barrio musulmán. Con cada paso que me acercaba a la Puerta de Damasco sentía que estaba entrando a otro sitio. Cada vez habían más puestos de comercio, más ruido, más gente, más desorden. Esa transformación me pareció interesante, cómo en tan solo unos cuantos pasos uno descubría una nueva cultura.
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