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El comienzo

Hace dos días llegue a Nueva Delhi. Fue una llegada un poco extraña. Extraña en el sentido que esperaba sentirme rara, con una sensación rara en el estómago por todo aquello nuevo que me esperaba. Pero no, al llegar me sentí como si estuviera llegando a un lugar que ya conocía, a un lugar que me era familiar, donde sentía que caminaba por caminos ya recorridos. Y bueno, tiene sentido, hace cinco años vine a India y con cada paso descubrí que estaba dando pasos en lugares donde alguna vez tendría que volver.

En el recorrido del aeropuerto al hotel, pasamos por Qutub Minar, el sitio que más me gustó cuando visite Delhi hace cinco años. Al pasar por ahí, no pude evitar sonreír y pensar que la vida nos lleva (o trae) nuevamente a los lugares donde tenemos que estar. Mi visita a India hace cinco años fue un viaje que marcó mi vida, y cuya experiencia, me abrió nuevamente las puertas para vivir India no como una turista sino como una local.

Cuando salgo a caminar cerca al hotel, me gusta esa sensación de calor. Sí, yo sé, están haciendo 40 grados, pero no me disgusta. Desayunar con un plato de papaya fresca es algo que me hacía mucha falta y que hace que mi día comience bien. Si tuviera que calificar mi estadía estos días a partir de los sabores que he probado, la calificación sería 5/5. La comida me encanta y comer con la mano me parece una delicia.



He tenido suerte y ya encontré donde vivir. Es un apartamento de dos habitaciones, con una cocina grande y sala, además tiene una terraza, donde espero poner una hamaca que traiga de Colombia en diciembre. Ahora viene la tarea de amoblar el apartamento y de adecuarlo con lo básico para mudarme el domingo y poco a poco irle poniendo mi toque y hacerlo mi espacio.

Mis días en Delhi transcurren tranquilamente, con la familiaridad de sentirme en casa.



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