A pesar de que me encuentro a miles de kilómetros de mi
casa; mi país, mis costumbres, los sabores con los que crecí y los ritmos con
los que aprendí a bailar siempre están cerca de mí. Hace un par de días regresé
a India después de haber pasado dos semanas maravillosas rodeada de mi familia
y todo aquello que me es familiar y que me trae algún recuerdo. Novenas
familiares en las que alguien siempre se equivoca leyendo alguno de los gozos, y
en las que se cantan villancicos con un diverso conjunto de instrumentos y
tonalidades. Buñuelos calienticos, crujientes por fuera y suavecitos por
dentro. Los 14 cañonazos, la Sonara Dinamita y toda esa música que representa
la navidad colombiana, una navidad alegre y guapachoza. Porque evento
colombiano que se respete incluye una bailadita.
Aunque cuando voy a Colombia en Navidad, las horas no son
suficientes para disfrutar todo lo que quisiera, para ver a toda la gente con
que me gustaría encontrarme, para probar todos esos sabores que me hacen tanta
falta. El tiempo es suficiente para sentirme contenta y recargarme e energía para
enfrentar nuevos retos y continuar construyendo un camino que aun cuando esté físicamente
lejos de todo aquello que tanto quiero, es un camino que en cada huella lleva a
Colombia y a todas aquellas personas que están en mi corazón.
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